sábado, 26 de abril de 2014

La sostenibilidad y el futuro empresarial



De un tiempo a esta parte el lenguaje corporativo y de la consultoría gerencial incorporó un término que ha significado una importante transformación en el vínculo establecido entre la empresa, el personal y la sociedad.
A las acciones que han trascendido el ámbito de la filantropía, el altruismo o el asistencialismo -este último con cierta connotación de mea culpa, antes que de consciencia o vocación social- se les ha denominado como responsabilidad social corporativa (RSC) o empresarial (RSE++); o, en el mejor de los casos, ciudadanía corporativa. 
Se trata del conjunto de estrategias que, de manera voluntaria y más allá del cumplimiento de las normas regulatorias, leyes sectoriales, laborales y medioambientales, la empresa diseña y ejecuta con miras a contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos menos favorecidos, a producir cambios relevantes en la educación y la innovación tecnológica, a proteger los recursos naturales o mejorar los sistemas de sanidad pública, así como a concebir productos y servicios orientados a crear en el consumidor consciencia social, además de fortalecer las bases del comercio justo, entre otros atributos.
Ahora bien, lo que separa una estrategia de RSC o RSE de la filantropía o el altruismo es el hecho de que, siendo socialmente responsable, algo que, según el destacado experto en gerencia y comunicación, Italo Pizzolante Negrón, trasciende el hecho de meramente poseer programas de responsabilidad social empresarial o peor aún, presumir de ello con aire publicitario, la empresa hace de la misma RSE una filosofía activa de gestión de procesos, para que la vocación social sea expresión de la dinámica misma del negocio y de la cultura ética organizacional, y se revierta en elevación de la capacidad competitiva de la empresa, así como en factor que agrega valor económico e incrementa la influencia y reputación de la marca en el mercado y en la sociedad.
Esta filosofía corporativa inició su fortalecimiento con la consolidación de los regímenes democráticos en Occidente, habiendo tenido como antecedentes importantes corrientes sociales del siglo XIX que van desde el asociacionismo, la cogestión administrativa y el cooperativismo, hasta otras expresiones propias de la evolución de la noción de Estado-providencia, especialmente, en países en vías de desarrollo o simplemente pobres.
Ser socialmente responsable como empresa significa, pues, poner en primer plano y hacer parte del modelo estratégico del negocio el compromiso ético con sus inversionistas, empleados, productos o servicios, consumidores, suplidores, Estado y la sociedad en su conjunto.
Solo de esta manera cobra sentido la evolución o repensamiento de los conceptos de RSC o RSE hacia el de sostenibilidad, cuyo significado impacta en los ámbitos económico, social y medioambiental, con el propósito de lograr un sustancial e impostergable equilibrio entre los objetivos de sobrevivencia de la empresa y los objetivos del bien común que ha de perseguir la sociedad, mediante la distribución equitativa de la riqueza generada por la iniciativa empresarial.
Ser sostenible representa, para el negocio, un salvoconducto en un mundo sometido a demasiadas demandas sociales insatisfechas y sin fechas de caducidad. Representa una garantía de crecimiento de la empresa en un complejo espacio de contubernios políticos, invisibles deslealtades sectoriales y desmedida voracidad en competidores faltos de principios y en instancias fiscales unidimensionales.
La empresa de hoy está desafiada a una doble reingeniería para llegar a ser socialmente responsable y económicamente sostenible: primero, un nuevo código ético y segundo, una nueva forma de pensar su rol social. El axioma es elemental: no es posible sostener por largo tiempo empresas financieramente exitosas en sociedades previsiblemente fracasadas en lo institucional, económico y humano.
Fuente: http://www.almomento.net/articulo/161611/La-sostenibilidad-y-el-futuro-empresarial